Manifiesto por el derecho de los agricultores y agricultoras a vender sus propias semillas de variedades tradicionales
A pesar de que vivimos en uno de los entornos con mayor
diversidad agrícola de Europa, desde las administraciones siguen sin
ponerse en marcha iniciativas para que las variedades locales vuelvan a
llenar de olores y sabores las mesa de nuestros hogares, devolviéndonos
una alimentación de calidad que nunca deberíamos de haber perdido.
Salvo escasas excepciones, no existen políticas públicas que nos
ayuden a conocer y dar a conocer esta biodiversidad. Ni políticas
agrarias que propicien que los agricultores que lo deseen vuelvan a
sembrar las variedades tradicionales en nuestros campos. Uno de los
principales obstáculos para que podamos sembrar y disfrutar estos
alimentos son las limitaciones legales que tienen agricultores y
agricultoras para vender sus semillas, lo que supone una catástrofe para
la biodiversidad agrícola, ya que provoca que prácticamente sólo se
estén cultivando en nuestros campos variedades comerciales, en su
mayoría híbridas, multiplicadas por grandes empresas productoras de
semillas. Para blindar y perpetuar esta situación, todo lo referente a
la comercialización de semillas en nuestro país está fuertemente
reglamentado. Además, la adaptación de la legislación nacional a las
normativas europeas no mejora la situación ya que los actores continúan
siendo las empresas, y agricultores y consumidores quedan relegados a un
papel pasivo de meros compradores.
El uso de las variedades tradicionales contribuyen a evitar el
principal efecto adverso de las semillas industriales: la erosión
genética que se produce por la sustitución de variedades adaptadas al
territorio por otras de mayor interés para el agronegocio globalizado
producidas por la industria agroalimentaria. Hoy en día las grandes
empresas de semillas son casi los únicos agentes que realizan la
multiplicación y venta de semillas. Pero su interés no es mantener la
biodiversidad agrícola, sino obtener beneficios a partir de unas pocas
variedades comerciales. Si a esta situación le unimos la falta de
interés de la administración pública en el cuidado y apoyo de las
variedades tradicionales, se entiende perfectamente el proceso de
pérdida de biodiversidad que sufren nuestros campos.
Además, la puesta en valor de la biodiversidad cultivada es un
derecho de los agricultores y las agricultoras por lo que es de justicia
la derogación de cualquier normativa que impida o limite que los
agricultores y las agricultoras puedan ganarse la vida mediante la venta
de sus propias semillas, más allá de las de garantizar una cierta
calidad al comprador de lasa mismas.
Fundamentos políticos y sociales
Los agricultores y las agricultoras, junto a las Redes de
Semillas, están profundamente preocupados por el futuro próximo de
nuestras semillas.
El Gobierno español, por un lado, reconoce los derechos de los
agricultores y las agricultoras , recogiéndolo en la Ley de semillas, en
lo referente al establecimiento de mecanismos para facilitar a la
conservación, utilización y comercialización de las semillas y plantas
de vivero conservadas en sus fincas; la protección, la conservación y el
desarrollo de los conocimientos tradicionales de interés sobre los
recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura; y el
derecho a participar en la adopción de decisiones, a nivel estatal,
sobre asuntos relativos a la conservación y la utilización sostenible de
estos recursos fitogenéticos.
Sin embargo, por otro lado, no pone en marcha ninguna estrategia
que implemente estos Derechos, como se refleja en el Informe sobre el
estado de los recursos fitogenéticos en España. Esta situación pone de
manifiesto la falta de voluntad política que tiene el Gobierno español
sobre este tema.
Las variedades tradicionales aportan calidad organoléptica, no
sólo visual, también llenan de sabores y aromas nuestra alimentación y
son parte inseparable de nuestro patrimonio cultural inmaterial
(alimentación mediterránea).
Las variedades tradicionales contribuyen a la seguridad
alimentaria al disminuir el riesgo de pérdidas masivas de cosechas, ya
que su diversidad intrínseca y favorece el manejo agroecológico de
nuestros campos facilitando el cultivo de poblaciones vegetales poco
homogéneas, más estables ante situaciones adversas.
Las variedades tradicionales simbolizan unos valores éticos, al
ser la expresión de la soberanía alimentaria y de que aún no se ha
consumado totalmente la apropiación indebida, a través de los abusos de
derechos de propiedad intelectual y de patentes, de la biodiversidad
cultivada desarrollada por los agricultores y las agricultoras.
Las demandas y herramientas
Desde la Campaña “Cultiva diversidad. Siembra tus derechos”
instamos al Gobierno Español a poner en marcha las políticas necesarias
para hacer efectivos los Derechos de los agricultores a conservar,
utilizar y comercializar variedades tradicionales. Estos recursos
genéticos agrícolas deben poder formar parte de sus medios de vida.
Pretendemos inducir un cambio en normas jurídicas y en las
políticas gubernamentales que consideramos injustas a la luz de los
principios que rigen nuestra vida social, y con los fundamentos
constitucionales del Estado democrático.
Por ello, promovemos la venta de semillas por parte de los
propios agricultores como un acto público, no violento, consciente y
político, contrario a la ley, cometido con el propósito de ocasionar el
cambio en la legislación y la actuación del gobierno. Actuando de este
modo apelamos al sentido de justicia de la mayoría de la comunidad, y
declaramos que, según nuestra opinión, los principios de la cooperación
social entre personas que hacen posible el pleno derecho a la
alimentación no están siendo respetados al prohibirse a los agricultores
y las agricultoras la venta de sus semillas ya que las variedades
tradicionales son un recurso esencial para obtener alimentos sanos,
respetando el ambiente mediante el uso correcto de los recursos
naturales, potenciando la cultura rural, los valores éticos y la calidad
de vida.